jueves, 19 de noviembre de 2015

Reflexión sobre una clase en un aula inclusiva.

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La escuela inclusiva deja de ser un concepto para volverse una realidad, la cual debe de basarse en la confraternidad y la tolerancia entre los miembros de la comunidad (familia, escuela, lugar de residencia).


El día 14 de noviembre, los estudiantes del Curso de Formación Pedagógica para Profesionales tuvimos la oportunidad de convertirnos en juez y parte de un aula de educación básica, la cual intentó vestirse de tonalidades inclusivas quedándole grande el nombre, las expectativas y la “inclusividad”, palabra no comprendida totalmente en su dimensionalidad y tomada como sinónimo de “no segregación”, sin embargo nada más erróneo que eso. Inclusividad se define según Cynthia, D. 2000 “la igualdad de oportunidades, proporcionar una educación personalizada, fomentando la participación, la solidaridad y cooperación entre los alumnos, mejorando la calidad de la enseñanza y la eficacia del sistema educativo”; como es de esperar al caracterizar la parte dicente del ejercicio nos comportamos tal cual lo hicimos en nuestros años escolares, haciéndole al docente “la vida de cuadritos”; en nuestro rol como jueces, el cúmulo de situaciones acaecidas durante la actividad genera material abundante para reflexionar sobre el comportamiento de las autoridades, acá presentamos algunas de nuestras reflexiones:

A. INSUMOS:

  1. El aula dentro de la escuela inclusiva debe de presentar material visual en el que se haga alusión a las diversas formas de “inclusividad”, entiendo no solo las discapacidad física o sensorial, sino haga ver la riqueza de la diversidad: formas antropométricas, utilización de diversas formas de comunicación y lenguaje. En el aula presentada en la actividad se careció de tales elementos, quedando como un salón de clases tradicional, excluyente y segregador.
  2. El material educativo presentado por el docente, aunque vistoso, no refleja el uso ni el manejo de las técnicas pedagógicas que requiere un aula inlcusiva.

B. ALUMNOS:

  1. El grado de acoso, falta de respeto y respeto al prójimo, denota la poca o nula reflexión dentro del proceso educativo inclusivo.
  1. DOCENTE:
  1. Aunque conoce la forma de la “escuela inclusiva” y brindó algún elemento de soporte personalizado para el alumno con discapacidad visual, no fue capaz de trabajar e incluir e tema como eje transversal dentro de la clase proporcionada; hubo exclusión para compañeros con discapacidad auditiva y con algunas lesiones físicas que impedían la adecuada movilización dentro del aula.
  2. Carencia de autoridad por parte del director, lo que denota desconocimiento del tema.
  3. La supervisión hizo algunas observaciones adecuadas, aunque no hubo una preocupación verdadera y demarcada por el pobre manejo del aula inclusiva. Sino, fue un comentario laxo, carente de fundamento legal.

CONCLUSIÓN:
La realización y conducción de un aula inclusiva, exige conocimiento, entrega y manejo adecuado de los elementos teóricos que puestos en práctica le den al docente elementos de juicio propios para que él construya desde su realidad la metodología idónea capaz en sí misma de ser reproducible, sistematizada y adecuada a cada medio en el que se desarrolle.


REFLEXIÓN REALIZADA POR: 

Henríquez Flores, Reymundo
Monhe, Claudia Yamileth
Valencia , Érika Mariana.
Valladares, Blanca Alicia



Imágenes tomadas de: 
*http://www.lsf.com.ar/libros/31/CONSTRUIR-UN-AULA-INCLUSIVA/

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