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La
escuela inclusiva deja de ser un concepto para volverse una realidad,
la cual debe de basarse en la confraternidad y la tolerancia entre
los miembros de la comunidad (familia, escuela, lugar de residencia).
El
día 14 de noviembre, los estudiantes del Curso de Formación
Pedagógica para Profesionales tuvimos la oportunidad de convertirnos
en juez y parte de un aula de educación básica, la cual intentó
vestirse de tonalidades inclusivas quedándole grande el nombre, las
expectativas y la “inclusividad”, palabra no comprendida
totalmente en su dimensionalidad y tomada como sinónimo de “no
segregación”, sin embargo nada más erróneo que eso. Inclusividad
se define según Cynthia, D. 2000 “la igualdad de
oportunidades, proporcionar una educación personalizada, fomentando
la participación, la solidaridad y cooperación entre los alumnos,
mejorando la calidad de la enseñanza y la eficacia del sistema
educativo”; como es de esperar al caracterizar la parte dicente
del ejercicio nos comportamos tal cual lo hicimos en nuestros años
escolares, haciéndole al docente “la vida de cuadritos”; en
nuestro rol como jueces, el cúmulo de situaciones
acaecidas durante la actividad genera material abundante para
reflexionar sobre el comportamiento de las autoridades, acá
presentamos algunas de nuestras reflexiones:
A.
INSUMOS:
- El aula dentro de la escuela inclusiva debe de presentar material visual en el que se haga alusión a las diversas formas de “inclusividad”, entiendo no solo las discapacidad física o sensorial, sino haga ver la riqueza de la diversidad: formas antropométricas, utilización de diversas formas de comunicación y lenguaje. En el aula presentada en la actividad se careció de tales elementos, quedando como un salón de clases tradicional, excluyente y segregador.
- El material educativo presentado por el docente, aunque vistoso, no refleja el uso ni el manejo de las técnicas pedagógicas que requiere un aula inlcusiva.
B.
ALUMNOS:
- El grado de acoso, falta de respeto y respeto al prójimo, denota la poca o nula reflexión dentro del proceso educativo inclusivo.
- DOCENTE:
- Aunque conoce la forma de la “escuela inclusiva” y brindó algún elemento de soporte personalizado para el alumno con discapacidad visual, no fue capaz de trabajar e incluir e tema como eje transversal dentro de la clase proporcionada; hubo exclusión para compañeros con discapacidad auditiva y con algunas lesiones físicas que impedían la adecuada movilización dentro del aula.
- Carencia de autoridad por parte del director, lo que denota desconocimiento del tema.
- La supervisión hizo algunas observaciones adecuadas, aunque no hubo una preocupación verdadera y demarcada por el pobre manejo del aula inclusiva. Sino, fue un comentario laxo, carente de fundamento legal.
CONCLUSIÓN:
La
realización y conducción de un aula inclusiva, exige conocimiento,
entrega y manejo adecuado de los elementos teóricos que puestos en
práctica le den al docente elementos de juicio propios para que él
construya desde su realidad la metodología idónea capaz en sí
misma de ser reproducible, sistematizada y adecuada a cada medio en
el que se desarrolle.
REFLEXIÓN REALIZADA POR:
Henríquez Flores, Reymundo
Monhe, Claudia Yamileth
Valencia , Érika Mariana.
Valladares, Blanca Alicia
Imágenes tomadas de:
*http://www.lsf.com.ar/libros/31/CONSTRUIR-UN-AULA-INCLUSIVA/
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